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viernes, 12 de abril de 2013

“Cerraré los ojos, por el puro placer de encontrarme con tu recuerdo”



Me enamoré al verte tan libre, tan tú. Me enamoré de la luz que emana tu piel, de la magia de tu voz, me enamoré de tu constante melancolía, me enamoré hasta de tu mal humor. Estoy enamorada de tu mirada y tus ojos, de tus manos y la manera en cómo las mueves, de tu boca y lo que dices con ella. Enamorada de la libertad de tu alma. Eres tentador, eres una insinuación, una chispa de locura. Tu boca, tus manos, tu pecho, tus ojos ¡Oh Dios tus ojos! Quiero que me miren mientras disimulo que no me doy cuenta, quiero perderme una eternidad en ellos, reflejarme en ellos, vivir en ellos. O tal vez no sean tus ojos, quizás sea tu mirada, la manera en que los entrecierras, la manera en que miras hacia abajo, la manera en que dices mil cosas con sólo un vistazo. Quiero que tus pestañas me hagan cosquillas, doy todo lo que tengo con tal de reflejarme en tus ojos una vez más, para sentir que tus pupilas me inventan, para sentirme dueña de todo, dueño de hasta los latidos de tu corazón. Porque te deseo, te deseo como el desierto desea la lluvia, te deseo, siento por ti una sed que quema, un insomnio del que no me quiero curar, te deseo y tú eres el espejo de mis ganas, te deseo con todas tus cicatrices, con todas tu malas horas. Te deseo como un café caliente cuando hace frio, quiero comerte, vivirte, soñarte. Te deseo como un abrazo largo, como un beso sin fin. Te deseo y no hago más que imaginarte, con los ojos entrecerrados haciéndote el que no me ve, riendo con mis locuras. Te deseo, deseo que pases a mi vida, que la desordenes, que seas un huésped eterno. Te deseo y quiero que lo sepas, te deseo cuando me quedo sola y no hago más que nombrarte. Te deseo cuando me miras… no, no me mires así que me tiemblan las rodillas, no me mires así, me da pena que lo hagas, tus ojos hurgan en lo más hondo de mi alma y me siento desnuda. Quisiera saber qué piensas, pero es casi un placer imaginarlo. Que cínicos somos, nuestros ojos se besan sin que nadie se dé cuenta, de improviso. Pondría de pretexto cualquier cosa para abrazarte fuerte. Y de nuevo me miras así, me nombras y siento que existo dulcemente. Mi nombre suena bonito en tus labios, el alma se me sale en un suspiro y llega hasta tu pecho, dónde tengo ganas de vivir y no me has invitado.


LA CHICA DE ADAMANTIUM

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